Hace 300 años, el planeta tierra abrió sus ojos al universo. Galileo inventó el telescopio, pero los hombres necesitaron tiempo y valor para asomarse a las estrellas.
Galileo, naturalmente fue ridiculizado por la ciencia “oficial”. El gran astrónomo preguntó con amargura a su colega Kepler:
– ¿qué dirá usted de los científicos que con una obstinación realmente viperina, se han negado a mirar el cielo por el telescopio?
-¿Qué debemos hacer ante ellos: reír o llorar?
Por esa misma época Antoine Van Leeuwenhoek inventó el microscopio y el mundo abrió sus ojos por segunda vez. En esta ocasión, hacia el microcosmos. Un “universo” ignorado hasta entonces apareció ante el hombre.
Pero la ciencia “oficial” se mostró igualmente perezosa y refractaria. “¿Qué nueva locura es esta? ¿Cómo podemos aceptar la existencia de un mundo in nitamente pequeño?”. (J.J. Benítez).
Jericoanos, a nuestros pies se extiende una gran riqueza, generosas tierras, variedad de minerales, especies animales y vegetales, pero ante todo la grandeza de nuestra gente para enfrentar los retos de un desarrollo sostenible con el medio ambiente, respetuoso de la diferencia, equitativo e incluyente. No permitamos que la desinformación y posturas radicales diezmen la tranquilidad y cierren la puerta al sano debate de ideas y argumentos.
No podemos vivir a espaldas de la realidad, mucho menos cuando esta afecta la economía, de nada nos sirve un país quebrado. Analicemos las cosas con calma y tengamos en cuenta los siguientes elementos: los más recientes hechos de corrupción, REFICAR, ODEBRECHT, despilfarro de los recursos públicos, caída de los precios del petróleo, desfalcos en la DIAN, sistema de salud desfinanciado en casi quince billones de pesos, la deuda pensional del país sobrepasa de lejos la totalidad del presupuesto en un año y una deuda pública y privada casi impagable (pública 72.390 millones de dólares, privada 48.303 millones de dólares, total 120.693 millones de dólares), universidad pública en doce billones de pesos aproximadamente y ni ha- blar del sector educativo, la alimentación y trans- porte escolar, las vías de cuarta generación des – nanciadas, el sector agrícola de capa caída.
“Somos un país que importa el 75% del maíz que consume; el 95% del trigo; el 90% de soya sorgo; el 6% de arroz; el 33% del frijol, el 100% del garbanzo, lenteja, alverja seca y cebada, somos un país esclavo” (Aurelio Suárez M). Con estas a rmaciones es evidente que necesitamos inversión y recursos frescos, que el post conflicto requiere un gran flujo de capital (208 billones en 20 años, es decir 10.4 billones por año), por eso tenemos que ser consecuentes y dialogar con calma y cabeza fría sobre el futuro de la nación.
“La minería legal paga impuestos y contribuye al 2,1% del PIB. Solo en regalías ha aportado cerca de diez billones de pesos en los últimos cinco años. Gracias a estos recursos, hemos podido financiar la formación de 3.263 profesionales, la inversión de 748 instituciones educativas, el mejoramiento de las condiciones de saneamiento básico y acceso a agua potable de diez millones de colombianos, la construcción de 50.047 kilómetros de vías, 95 mil viviendas, 1.702 sedes deportivas y 271 entidades de salud.
También genera cerca de 1’750.000 empleos, entre directos e indirectos y los empleados cuentan con altos estándares de seguridad social e industrial. La minería formal no usa mercurio en sus procesos”. (Carlos Conte Puentes).
Ratico mi respeto para el que piensa diferente, este valor lo aprendí en mi casa, fue fortalecido por mis docentes en la Escuela Normal Superior de Jericó y compartido con mis compañeros de trabajo en la Institución Educativa San José, por eso, así algunos de ellos en sus diferentes artículos no me den el mejor trato, estén seguros de que tienen mi respeto.
Atrevámonos a mirar por el telescopio y observar la grandeza de nuestra gente, la riqueza de nuestro territorio, que tiene su ciente para todos los renglones de la economía y miremos por el microscopio, porque lo que nos separa son pequeñeces.
La sabiduría de los abuelos antioqueños
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.