Colombia es un país privilegiado por la riqueza de su subsuelo. Nuestros recursos minerales, que son el resultado de millones de años de historia geológica, representan una oportunidad enorme para cerrar brechas sociales y generar desarrollo sostenible. Sin embargo, hemos perdido demasiado tiempo en discusiones que nos ponen en falsas disyuntivas: agricultura o minería, agua o minería, vida o minería. Este tipo de planteamientos no solo son equivocados, sino que han retrasado proyectos estratégicos para el país, como el de cobre en Jericó, Antioquia.
La realidad es que la minería y las demás actividades productivas pueden coexistir. Existen múltiples ejemplos en Colombia y en el mundo donde la actividad minera ha convivido con la agricultura, la ganadería y la conservación ambiental. Antioquia, Córdoba, Boyacá, Huila y los Santanderes son testigos de esa complementariedad. No son actividades excluyentes; por el contrario, bien desarrolladas, se potencian mutuamente.
Hoy la minería está llamada a ser minería inteligente: aquella que incorpora innovación, inteligencia artificial y nuevas tecnologías para optimizar procesos, reducir impactos y garantizar sostenibilidad. Se trata de aprender de países como Chile y Perú, que han sabido transformar sus riquezas minerales en bienestar, infraestructura y educación para su gente. Colombia no puede seguir quedándose atrás.
El proyecto Quebradona en Jericó representa precisamente eso: la posibilidad de desarrollar un proyecto minero de talla mundial, bajo criterios técnicos, ambientales y sociales responsables. Gracias a decisiones de diseño que ubican su infraestructura cerca del río Cauca, se minimizan los impactos en la vida agrícola y cafetera del municipio, protegiendo la identidad cultural y el paisaje. Este tipo de soluciones técnicas reflejan que la minería moderna se puede hacer bien, respetando el agua, la biodiversidad y el territorio.
Por supuesto, es necesario fortalecer la pedagogía. La sociedad merece información clara, transparente y accesible sobre cómo funcionan estos proyectos. Solo así se superará la percepción de amenaza y se entenderá que el cobre de Jericó no es un riesgo, sino una oportunidad de desarrollo sostenible, empleo digno y encadenamientos productivos locales.
Colombia necesita transitar hacia un modelo en el que nuestros recursos naturales se conviertan en bienestar para las comunidades. El cobre, además, juega un papel fundamental en la transición energética global, pues sin él no habría energías renovables, movilidad eléctrica ni tecnologías limpias. Jericó, con Quebradona, tiene la oportunidad de insertarse en ese futuro.
Debemos pasar de la desconfianza al diálogo, de los prejuicios a la información y de la división a la construcción conjunta. Estoy convencido de que proyectos como Quebradona pueden demostrar que la minería en Colombia sí puede ser motor de sostenibilidad, prosperidad y equidad.
Por Giovanni Franco Sepúlveda – Exviceministro de Minas de Colombia y docente Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Medellín
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.