Sería absurdo empezar a hacer una reflexión sobre un término tan desgastado como lo es en estos tiempos la palabra “ética”, acto o comportamiento de todo ser humano, costumbres buenas o malas, según su idiosincrasia, o cultura en la que se desenvuelve toda persona. Para nadie es un secreto que estamos viviendo en un mundo que no duerme, un mundo en constantes cambios de todo tipo: culturales, sociales, económicos, religiosos, familiares, tecnológicos, entre otros. Estamos viviendo en un mundo en donde pareciese que el otro, el vecino, no nos importara, ni tampoco las buenas costumbres. Saludar, despedirse, dar las gracias, ser amable, pedir disculpas, respetar una fila, son cosas que ya no dicen nada, o está pasado de moda para quien lo hace. Vivimos en el siglo de las luces, la tecnología, los avances científicos, la moda, el consumismo, el afán de parecer, de ganar. Un mundo en donde todo se arregla, todo tiene precio, todo se vale. La misma esencia del ser humano y ser persona se va desdibujando y desapareciendo. El otro no existe para mí, y si el otro no existe se destruyen y desaparecen los nexos. Así, las relaciones sociales y la vida en comunidad van muriendo lentamente, y con ellas las costumbres, las normas que regulan el comportamiento, mi ethos.
En este mundo se puede vivir de muchas maneras, incluso sin tener los saberes que nos reta el mundo. Hay personas que son expertas en la tecnología, la mecánica, la física, la matemática, e ilustrados oradores y predicadores que abruman a multitudes y tienen fieles seguidores por doquier. Las oficinas, las grandes empresas, las clínicas, los hospitales, los grandes supermercados de cadena, y por donde el ser humano camina encuentra otro ser con el que interactúa, que conoce, que habla, que aprende, que tiene un arte de vivir, de ser. Incluso te aporrea, te agrede, y puede darte tanto la virtud como el vicio que está en su poder, en su ser. Así como cuando alguien te toca la piel y te enamoras, es igual como cuando alguien es amable, cercano, obra de manera bella, respetuosa. Su arte de vivir, su ethos, te arrastra. El ejemplo arrastra, la cortesía, la sonrisa, arrastran. Solo disponemos de cuatro principios de moral: haz el bien por el bien mismo, por respeto a la ley –principio filosófico-, hazlo porque es la voluntad de Dios, por amor a Dios –principio religioso-, hazlo porque tu bienestar lo requiere, por un amor propio –principio humano-, hazlo porque lo requiere la prosperidad de la sociedad de la que formas parte, por amor a la sociedad y por consideración a ti –principio político-.
Es necesario y urgente que el hombre de nuestros tiempos vuelva a la ética, recupere la posesión de su bien propio. La tecnología debe quedar sobre la mesa y la mirada puesta en el otro. “Las gentes libres, bien nacidas y bien educadas, cuando tratan con personas honradas, sienten por naturaleza el instinto y estímulo de huir del vicio y acogerse a la virtud, es a esto a lo que llaman honor”. François Rabelais. Gargantúa y Pantagruel.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.