Cada vez que nos ocurre algo trascendental, que alcanzamos una meta, que celebramos un aniversario más, o que va a empezar un nuevo año, entonces nos hacemos reflexiones, balances y nos trazamos nuevos propósitos. Es una especie de acto instintivo muy propio de los seres humanos. Ninguna otra especie animal tiene propósitos, solo nosotros. Así, reflexionar sobre el futuro no solo nos identifica, sino que habla, a su vez, de otra particularidad que tenemos los seres humanos: la vocación transformadora. Es esa vocación la que explica la evolución constante de la civilización. Mientras el comportamiento de los animales, sus relaciones instintivas, la manera como se integran a la manada, como cazan, es la misma a lo largo de miles de años, los humanos hemos venido avanzando, inventando, creando máquinas, tecnologías, prodigios para el bienestar, para la salud, para mejorar el entorno. Jericó no escapa a esa vocación. Se integra a las nuevas dinámicas del mundo: incursiona en nuevos cultivos que antes no se explotaban en su paisaje agrario, vive el impacto de las nuevas tecnologías de comunicación y vibra con la transformación de la infraestructura vial que la conecta con el territorio (una cosa es Jericó a dos horas y media de Medellín, y otra, a una hora de la capital de Antioquia). Se habla de grandes proyectos urbanísticos y de la potencialidad que ofrece su riqueza en cobre, un mineral de uso necesario para las más variadas necesidades del mundo de hoy: la conducción de energía, la fabricación de electrodomésticos, de teléfonos celulares, herramientas, recubrimientos industriales, motores, en fin. Múltiples variables confluyen hoy en este territorio, que obliga a reflexionar de manera pausada sobre su visión de futuro.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.