La música, los ritmos y los bailes han sido cosas inherentes a un colombiano. Nuestra multiculturalidad musical ha hecho de nosotros personas con buen oído y buen gusto para la música, sobre todo cuando esta suele tener aires y letras creadas en nuestras montañas o llanuras. Desde la Orinoquía hasta las playas del pacífico en el Chocó, y desde el Atlántico, pasando por el interior del país y siguiendo hacia la Amazonía, usted puede escuchar centenares de ritmos musicales que representan cada región, cada raza y cada cultura de nuestra nación. Es por esto que Colombia, gracias a sus cantantes, arreglistas y compositores como Luis Antonio Calvo, Petronio Álvarez o Rafael Escalona, ha podido ganarse un puesto honorífico en la historia musical del mundo, y en esa historia no podían faltar los notorios aportes que a la música ha hecho Jericó.
Ningún jericoano ni persona que conozca la Atenas del Suroeste podría desconocer que Jericó es un municipio que suena, o como dice Santiago Espinosa Contreras en su libro Escuela de Música “Manuel Londoño Mejía” Patrimonio Histórico y Cultural del Municipio, “Jericó sin banda de música, no es Jericó”.
Para poder comprender este gran legado tenemos que remontarnos a la historia temprana del pueblo, pues este ha sido un municipio que, podría decirse, ha crecido al ritmo de instrumentos como la tuba, la trompeta, el clarinete, las guitarras, el tiple y otros cientos de instrumentos musicales.
Aunque ya desde la colonia agrícola del municipio los instrumentos de cuerda animaban las parrandas y festines familiares en Palenque, y desde 1876 en las calles de Jericó ya se oían sones marciales, es en 1901, luego de la conformación del Batallón Restrepo en suelo jericoano, que el coronel Justiniano Macía, encargado de las tropas, decidió conformar la Banda Marcial. La misma que luego de liquidado el Batallón seguiría actuando bajo el nombre de Banda Municipal, patrocinada por el distrito. Durante los años en que Jericó sirvió como gobernación, la Banda Municipal obtuvo el rango de Banda Departamental, y en 1930 pasa a ser la Escuela de Música Manuel Londoño Mejía, en homenaje a este ilustre jericoano, quien desarrollara el programa de música liderado por el maestro Luis Bueno Uribe. El título de escuela se debió a que contaba con semilleros y clases abiertas a la comunidad.
En la actualidad la música continúa siendo parte del ADN jericoano. Esto gracias a maestros como Juan Diego Eastman y Wilman Contreras, gracias también a la banda Marcial Sergio Gonzáles Orozco, al Coro Polifónico del Maestro Guillermo Correa y a grandes cantantes como Ada Román, quien, aunque muy pocos lo sepan, tuvo la oportunidad de cantar en uno de los escenarios más grandes de la música a nivel mundial: El Madison Square Garden.
Sumando los alumnos de estos dos maestros con los de la Escuela de Música Manuel Londoño Mejía y demás instituciones musicales, Jericó cuenta con unos 800 alumnos que hoy se están formando a nivel musical. ¡Faltan muchos, en un pueblo con un censo estudiantil de casi 2000 niños!, asegura el Maestro Juan Diego Eastman, quien afirma que mientras tanto continuará llevando a cada rincón y centro educativo de Jericó el Do-Re-Mi-Fa-Sol que ha logrado enderezar y salvar vidas de niños y jóvenes que muchos creían que ya estaban perdidas.
Otros datos de interés:
La banda de “Chupa Cobres” de Jericó, una de las más emblemáticas del Departamento de Antioquia, ha representado en los ámbitos nacional y departamental a nuestro municipio en concursos como el Nacional de Bandas Paipa Boyacá, Antioquia Vive la Música, encuentros regionales, Feria de las Flores, entre otros. Siempre dejando en alto la cultura que caracteriza a los jericoanos.
Surgieron varios grupos musicales a través de los años, hasta llegar a la Jazz Band Jericó en los años 20, fundada y dirigida por el maestro Gerardo Montoya Zuluaga en la misma época en que este ritmo musical estaba en todo auge en Norteamérica.
En conversación con el maestro Juan Diego Eastman nos relató la siguiente anécdota: “en una de las instituciones educativas donde dicto clase, tuve la oportunidad de cambiarle a un chico, un revólver por una flauta, logrando enrolarlo en este mundo de la música. La vida le cambió y me gusta creer que lo salvé de un final trágico. Por eso digo que la música, salva vidas”.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.