Un señor que se llama Álvaro Pineda Botero, que es novelista y muy estudioso él, ha analizado el tema de la antioqueñidad, y ha concluido después de sus análisis, que eso que se conoce como la identidad de nosotros los paisas empezó a tomar forma en el siglo XIX, por allá por el año 1850. Dice también que fue don Tomás Carrasquilla quien, en la última década de ese siglo, expresó esa identidad “en forma amplia y completa”.
Explica que, aunque en la región existían pueblos antiguos e importantes como Santa Fe de Antioquia, Rionegro; pueblos mineros como Zaragoza, Titiribí y Yolombó, fue la migración hacia el sur y la fundación de tantas poblaciones, en lo que se conoce como Antioquia la grande (Jericó es una de ellas) lo que consolidó nuestras características esenciales, lo que nos define como personas, y entonces empezó a hablarse de nosotros los antioqueños como una cultura.
Cuando en la Constitución de Tomás Cipriano de Mosquera se declaró en 1863 el “Estado Soberano de Antioquia”, empezó a difundirse la idea de que existía “una raza antioqueña” ¡Imagínese! Usted nunca ha oído hablar de una raza costeña, o una raza bogotana.
Don Álvaro Pineda Botero le hace homenaje a la novela “Frutos de mi Tierra”, que fue la primera de Tomás Carrasquilla, en donde se reflejan “las costumbres, las clases sociales, las formas de hablar, los valores morales, los sueños y las ambiciones de las gentes de aquella época”. Esa novela fue publicada en 1896. Todos los gastos los pagó el abuelo de don Tomás, el señor Juan Bautista Naranjo, que era dueño de minas de oro y otras propiedades en Santo Domingo. Después de esa publicación Carrasquilla se dedicó por entero a escribir y entonces la antioqueñidad tomó forma en textos como Dimitas Arias, Luterito, San Antoñito, Salve Regina, La Marquesa de Yolombó, entre muchas otras, sin olvidar su “Carta abierta” sobre la madre Laura.
“El canto del antioqueño” es un poema escrito por don Epifanio Mejía y publicado en 1868, que fue musicalizado y erigido luego como el himno de nuestro departamento, mediante la ordenanza 6 del 10 de diciembre de 1962. A su vez, la ciudad de Medellín, “para unificar los ideales de la región” adoptó este mismo como el himno del municipio de Medellín mediante el decreto 151 del 20 de febrero de 2002. Todos y todas lo cantamos con orgullo:
¡Oh libertad que perfumas/ las montañas de mi tierra/ deja que aspiren mis hijos/ tus olorosas esencias! ¡Oh, libertad! / ¡Oh, libertad!
Don José María Samper (1828-1898) no es antioqueño. Nació en Anapoima y es reconocido como un humanista, escritor y periodista, fue el pionero de la sociología en nuestro país y gestor de la Universidad Nacional. Don José María Samper describió así a los antioqueños: “… se le halla siempre andariego, soldado valiente de infantería, trabajador sufrido, viajero infatigable a pie, laborioso, inteligente para todo, frugal, poco sobrio, aficionado al juego como todos los pueblos mineros, apasionado por el canto, ascético y poco accesible en su país, notablemente ortodoxo, rumboso y gastador como individuo pero parsimonioso y algo egoísta en comunidad. Además, en todo tiempo lo hallaréis negociante hábil, muy aficionado al porcentaje, capaz de ir al fin del mundo por ganar un patacón, conocido en toda la Confederación por la energía de su tipo y por el cosmopolitismo de sus negocios, burlón y epigramático en el decir, positivista en todo, poco amigo de innovaciones y muy apegado a los hábitos de la vida patriarcal”.
Los antioqueños hemos hecho muchas cosas de las que hay que hablar. En Jericó somos tan antioqueños que nos inventamos el carriel. ¡Ja!
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.