A lo largo de la historia de la civilización es fácil encontrar, en todas las comunidades, personas de diferentes tipos y maneras de pensar. Dentro de ese amplio abanico de posibilidades se encuentran señores y señoras que tienen la tendencia de verlo todo oscuro, caminan por la vida con una sensación de fatalismo que les hace pensar lo peor siempre.
Para ellos el mundo es en blanco y negro. Para ellos no existen los grises y no hay manera de que encuentren una pizca de color.
Son pesimistas y ven el mundo con pesimismo. Les gusta buscar el lado malo de las cosas, aunque ellas no tengan nada malo. Sospechan siempre.
¿Que esa chica es muy linda? Jum, quién sabe si será decente.
¿Que a fulano le está yendo muy bien? Jum, vaya uno a saber en qué negocio está.
¿Que le hicieron una buena propuesta? Jum, de eso tan bueno no dan tanto.
Claro que está bien ser precavidos; pero una cosa es ser precavido y otra cosa es ser apocalíptico, no sopesar razones, no analizar.
Mire usted lo que pasa con el tema de los túneles.
Ahora resulta que hacer un túnel es una tragedia y que por ello todo se va a acabar o van a aparecer daños irreparables. Se va a acabar la naturaleza, el paisaje, la vida animal y vegetal, el agua.
A ver, a ver…
La infraestructura vial del mundo contemporáneo está llena de túneles de todos los tamaños y extensiones. Hay dos túneles famosos en Europa: el Eurotúnel, que atraviesa el Canal de la Mancha por debajo del mar, en una extensión de 50.450 metros, y une a Inglaterra con Francia; y el túnel de Mont Blanc, que atraviesa los Alpes y tiene 11.700 metros de largo.
A lo largo y ancho de América Latina se han construido túneles como el de Las Raíces en Chile, el de Cristo Redentor en Argentina y Chile, el de Boquerón en Villavicencio, el de Sumapaz en la vía Bogotá- Melgar, el Túnel de La Línea, que está en la vía Calarcá – Cajamarca, el Túnel de Guarne, el Túnel de Occidente, entre muchos otros.
Todos tienen la suficiente antigüedad como para demostrar que no han desaparecido los paisajes que los circundan, no han desaparecido las especies animales y vegetales, no han desaparecido las fuentes de agua, las comunidades ubicadas en las zonas de influencia de esos túneles no han sido arrasadas.
El Túnel de la Quiebra, construido en 1929 para dar paso al Ferrocarril de Antioquia, es considerado un hito del coraje y el talento de la ingeniería antioqueña. Una obra de infraestructura emblemática que abrió por fin una salida al mar. Nadie se paró a decir que la obra iba a acabar con el entorno o con la naturaleza y, de hecho, no causó ningún tipo de hecatombe.
Aquí se propone hacer un túnel para sacar el cobre que anida en nuestras montañas, un túnel que producirá riqueza y desarrollo, que generará empleos, que se hará con la más avanzada tecnología; pero aun así sus detractores dicen que el mundo se va a acabar.
Bueno es culantro pero no tanto. Hay que informarse mejor.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.