OpiniónCrónica de un viaje de aquí para allá

Por: Dayana Obando Estudiante de la Institución Educativa San Francisco de Asis, sede Estrellla Nueva El día 21 de septiembre a las 3:00 de la mañana me levanté, me di un buen baño, me empecé a organizar y me dispuse para emprender un largo viaje. Era una mañana fría y un poco lluviosa, me dirigí a encontrarme con todos mis compañeros de viaje para emprender la salida. Eran las 5:00 de la mañana cuando nos...

Por: Dayana Obando

Estudiante de la Institución Educativa San Francisco de Asis, sede Estrellla Nueva

El día 21 de septiembre a las 3:00 de la mañana me levanté, me di un buen baño, me empecé a organizar y me dispuse para emprender un largo viaje. Era una mañana fría y un poco lluviosa, me dirigí a encontrarme con todos mis compañeros de viaje para emprender la salida. Eran las 5:00 de la mañana cuando nos empezamos a reunir, todos éramos compañeros del San Francisco de Asís: Palocabildo y La Estrella. Eran las 5:20 de la mañana y no salíamos, por lo que empezamos a hacernos preguntas con nuestros compañeros de puesto. A la hora de salir nos emocionamos mucho, ansiosos de conocer el funcionamiento de aquellos medios que nos informan día a día. En el camino vimos un hermoso amanecer. Algunos se marearon, otros nos quedamos como si estuviéramos en nuestra deliciosa cama, caliente y cómoda. Por un buen tiempo dormí, no supe qué pasó en esos momentos. Dos horas más tarde me desperté un poco incómoda y asustada, miré a mi compañera quien también se tomó una deliciosa siesta, y empezamos a sentir un poco de hambre. Hicimos una pequeña parada en un corregimiento dónde muchos transeúntes llegan a hidratarse y descansar. Fuimos al baño y nos estiramos un poco, pues el viaje era agotador. Volvimos a montarnos al bus, de desayuno nos dieron un rico pastel de pollo con malta, que cayó como anillo al dedo para muchos que íbamos con el apetito más despierto que nosotros. Luego, volvimos a emprender el viaje, quedaba mucho camino para recorrer. Empezamos a sentir ese irritante calor, no veíamos la hora de llegar para empaparnos del tema de la radio, el periódico y la televisión.

Después de un largo tiempo en este viaje agotador, logramos llegar a nuestro primer destino. Fue el periódico El Colombiano, allí nos recibieron con un buen tinto y tomamos asiento para escuchar esa larga charla: nos mostraron y contaron cómo es su forma de trabajo, los diferentes roles que tienen y sus procesos de crecimiento. Luego, nos fuimos a una emisora llamada Asoredes, en la cual pudimos observar una emisión en vivo, charlamos y conocimos un rato. Finalmente, salimos de ahí. Nuestra última parada fue Teleantioquia, donde nos tomamos muchas fotos y nos explicaron qué hace cada uno de los integrantes, también, conocimos personas importantes para la televisión colombiana. Luego, llegamos a un centro comercial después de andar por esas hermosas calles. En este sitio almorzamos un rico pollo, después de eso quisimos recorrer el lugar y deleitarnos con cuanta cosa veíamos, con sus diferentes colores, formas y tamaños, aunque sus precios no colaboraron mucho. Busqué todas las escaleras eléctricas que había allí, quisiera una de esas; además, recorrimos todos los pisos, pues mis compañeros querían llevarse todo.

Salimos en hora pico, fue una salida casi imposible, pero horas después lo logramos, más adelante empezamos a escuchar música, a cantar y a jugar con nuestros compañeros. A cada camión que nos encontrábamos en esa larga parada le pedíamos agua y yo siempre pedía más comida. Mucho tiempo después de que nos quedáramos en medio de ese trancón, logramos salir, queríamos llegar lo más pronto posible, llovió un poco fuerte, pero no fue mayor cosa. En un tramo del camino más adelante hicimos la última parada, para poder llegar ligero a nuestro pueblo, allí entramos al baño y nos mojamos la cara con una refrescante agua. Volvimos a emprender un viaje luego de esa parada, teníamos el tiempo muy presente. Volví a tener sueño; recuerdo que antes de dormir, le regalé un jugo que llevaba a un compañero, él lo necesitaba más que yo, no volví a sentir nada, pues me quedé dormida.

Llegando a mi pueblo desperté y empecé a organizar mi bolso con cada una de las cosas que llevaba en él, desperté a mis compañeros y llamamos al señor del transporte para que nos recogiera, al fin llegamos sanos y salvos. Cada uno se bajó del bus y corrió en busca del otro transporte, me monté en ese hermoso carro rojo con luces azules muy navideñas, diría yo, que me llevaría a la vereda en la cual vivo. Estaba lloviendo, me topé con mi cobija y corrí a mi casa. Toqué la puerta ya que no llevaba llaves, entré y tomé un rico chocolate para ese frío que hacía, luego me cambié, fui a mi cama y les conté a mis papás sobre mi experiencia, no me salté ningún detalle. Me fui a descansar para el otro día volver al colegio. 

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Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.

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