Hay experiencias que alimentan mucho más que el cuerpo. En Tarso, un municipio del Suroeste antioqueño lleno de historia y espíritu emprendedor, un grupo de mujeres encontró en la panadería no solo una técnica, sino una oportunidad para transformar sus vidas. Gracias al apoyo de la Fundación ProJericó, en alianza con el SENA y la administración municipal, culminaron con éxito un curso que deja huella: no solo en el horno, sino en el corazón.
La emoción del día de la graduación era evidente. Para Claudia Arroyave, secretaria general y de gobierno de Tarso, el evento fue motivo de orgullo:
“Es un honor para mí estar compartiendo este espacio tan bonito. Hoy celebramos la graduación de todas las chicas del curso de panadería y agradecemos profundamente a la Fundación ProJericó por esta alianza. Este tipo de programas no se habían visto antes en el municipio, así que es una oportunidad muy especial para todas ellas”.

En total, participaron 15 mujeres del área rural y una del área urbana, quienes durante cinco sábados consecutivos asistieron con entusiasmo a este curso de 40 horas. Según Claudia Holguín, técnica de proyectos de la Fundación ProJericó, el curso fue un éxito total:
“Aprendieron a hacer panes de muchos estilos, pizzas, pasteles hojaldrados… Pero lo más emocionante fue ver cómo pusieron en práctica su conocimiento al preparar 300 panes para la Fiesta de la venida del Espíritu Santo, que se celebró en Tarso a principios de junio. Fue un momento muy significativo para todas”.
Y así lo vivieron las participantes. Mujeres con sueños, talento y ganas de salir adelante, que encontraron en este curso no solo una capacitación, sino una semilla de futuro.
Marcela Herrera, una de las graduadas, compartió su experiencia con gratitud y esperanza:
“Me sentí muy cómoda porque este curso me permitió ampliar mis conocimientos y ver la panadería desde otra perspectiva. Aprendimos nuevas técnicas que me servirán para emprender, incluso desde casa”.

Dora Alba Valles también expresó su emoción por el proceso vivido:
“Una vez más reitero mis agradecimientos a la Fundación ProJericó. Me sentí muy cómoda y aprendí mucho sobre panadería”.

Y en palabras de Luz Dary Bedoya, este no es el final, sino apenas el inicio:
“Esperamos que nos sigan apoyando. Las mujeres de Tarso somos muy emprendedoras y queremos seguir adelante, pensando en poner un negocio o una empresa propia”.

Hoy, Tarso huele a pan recién horneado… y a futuro.
Porque cuando se mezclan ingredientes como la formación, la dignidad y la solidaridad, lo que se hornea es mucho más que pan: es una vida con más oportunidades.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.