UncategorizedEscuela para adultos en La Guajira: una iniciativa que impulsó el conocimiento

Don Ovidio Castro todavía recuerda la escuela para adultos que funcionó en el sector La Guajira hasta hace un par de años. Este lugar se convirtió, por un tiempo, en el templo del saber para los habitantes de ese lugar de Puente Iglesias, que buscaron la manera de continuar con sus estudios, a pesar de que el trabajo y las obligaciones familiares complicaban su traslado desde el corregimiento a una institución del municipio. Este sueño...

Don Ovidio Castro todavía recuerda la escuela para adultos que funcionó en el sector La Guajira hasta hace un par de años. Este lugar se convirtió, por un tiempo, en el templo del saber para los habitantes de ese lugar de Puente Iglesias, que buscaron la manera de continuar con sus estudios, a pesar de que el trabajo y las obligaciones familiares complicaban su traslado desde el corregimiento a una institución del municipio.

Este sueño inició tras una visita del rector de la Normal Superior de Fredonia al corregimiento para atender algunos asuntos institucionales. En ese momento, algunos miembros de la comunidad, como don Ovidio, expresaron su interés por culminar la primaria y la secundaria, y el directivo propuso ayudar con algunos elementos para el estudio, como pupitres y tableros, además de poner a disposición de la comunidad a un grupo de normalistas que se encargarían de dar las clases al alumnado.

Esta propuesta fue un campanazo para que la comunidad se organizara e iniciaran las clases: “la comunidad se metió y con mucha moral siguieron para adelante”, relata don Ovidio, quien, en compañía de sus vecinos, construyó una enramada con guaduas, plásticos y lonas, algunas donadas, para edificar la escuela. Los profesores iban dos veces a la semana, en horas de la tarde, para dar las lecciones de asignaturas como matemáticas, sociales, español e inglés a aproximadamente treinta personas, algunas con metas fijas: graduarse como bachilleres.

El tiempo pasó y poco a poco las tareas, los trabajos, las exposiciones y las calificaciones hacían parte de la cotidianidad de la comunidad. El aprendizaje se convirtió en una constante para los habitantes de la Guajira, nombre que orgullosamente llevó la escuela. Sin embargo, las obligaciones y las dificultades impidieron que parte de los estudiantes pudieran continuar con este proceso, pues para la secundaria la exigencia era mayor y por momentos el acceso a Internet era casi que indispensable para el conocimiento, razón por la que algunos decidieron dejar su proceso.

Con la poca presencia de estudiantes, el proyecto seguía manteniéndose, hasta que una creciente de la quebrada La Ardita se llevó parte de la infraestructura de la escuela, impidiendo que se continuara impartiendo clases en este punto. “Quisimos retomar el proyecto, pero el número de estudiantes fue cada vez menor y muchos se retiraron cuando acabaron la primaria”, relata don Ovidio, quien vio cómo este proyecto había sembrado en la comunidad el amor por el saber.

No obstante, quienes decidieron continuar con su formación académica lo hicieron desde las aulas en instituciones de Fredonia, donde alcanzaron su sueño: convertirse en bachilleres, un objetivo que nació en una improvisada escuela en un sector de Puente Iglesias y que marcó a toda una comunidad

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