Editorial173 años del espíritu jericoano

Resulta fascinante descubrir que el nombre de nuestro municipio está inspirado en el Jericó bíblico. Esa ciudad ubicada en el valle del Jordán en el Estado palestino, cuya antigüedad asombra. Se afirma que el primer asentamiento humano se dio allí hace 11.000 años. En la Biblia se la define como “la ciudad de las palmeras”.

Y es fascinante no solo por lo que representa ese nombre en la historia de la humanidad, sino por lo que significa la palabra Jericó tanto en árabe como en arameo: “fragante” y “luna”, respectivamente. Cuando se piensa en una fragancia, se asocia con un aroma agradable, pero al indagar sobre la historia de la palabra, aparece también la fragancia asociada “al buen nombre, a las virtudes de alguien”. En plena coherencia con ese aspecto en particular de las virtudes, resulta que el origen de la palabra “luna” es “luminosidad”.

Los filólogos afirman que las palabras no son inocentes. En Jericó están contenidas dos virtudes que resumen el talante de su gente, las definen: “virtudes luminosas”, virtudes que se ven, que se destacan. Y, en esencia, ese es el concepto que resume la expresión “espíritu jericoano”. Un espíritu que hace del respeto, de la decencia, de la solidaridad, de la empatía, de la validez de la palabra empeñada, de la honradez, del trabajo, de la camaradería, de la audacia para asumir los cambios, una especie de sello indeleble que caracteriza al jericoano.

Estos 173 años siguen expresando día a día el espíritu de Jericó. Las grandes iniciativas, la vocación cultural, el carácter y las costumbres de los jericoanos están ahí, demostrando de qué estamos hechos.