Hay quienes dicen que la crisis de un país democrático es, casi siempre, una crisis de ciudadanía. Quieren decir con esto que la escasa participación ciudadana resigna las grandes decisiones en muy poca gente.
Si, por ejemplo, el país tuviese un censo electoral total de 100 ciudadanos que pueden votar, y solo participan 50, eso hace que, como los candidatos abundan, el que tenga 30% de los votos es el que va a ganar. Así, quien logra sacar 15 votos es el que gobierna. Las democracias terminan siendo dirigidas por minorías. Buena parte
de la responsabilidad está en esos 50 votantes que se negaron a participar.
Participar, expresar su voluntad a través del voto, es un deber ciudadano.
Pero esa expresión de la voluntad debe ser, además, muy consciente. Es necesario estudiar bien cuál es la persona que usted va a seleccionar, conocer lo que piensa, analizar si ese pensamiento ofrece razones que buscan el bienestar colectivo. Saber diferenciar si ese candidato representa, de verdad, un programa de beneficio común o es una empresa electoral para su servicio. Saber detectar si ese candidato tiene un pasado de corrupción o sus aliados son corruptos conocidos. Rechazar cualquier propuesta de compra de votos, porque esto esto convierte al elector en un negociante, le pone precio a su conciencia.
El voto responsable de los ciudadanos permite construir democracias reales, en donde los gobernantes y los elegidos a los cuerpos colegiados realmente representan a diferentes sectores de la opinión. Pero, cuando quienes deben representar a la ciudadanía solo se representan a ellos mismos y convierten a la política en un negocio en su propio beneficio, las democracias desaparecen. Los ciudadanos conscientes y responsables son capaces de construir una auténtica nación.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.
