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Mientras que Puente Iglesias permitía que la carga y las personas cruzaran el río Cauca, el Ferrocarril de Amagá bordeaba sus orillas transportando mercancía, minerales y pasajeros desde el Eje Cafetero y el Pacífico con dirección a Medellín, una ruta que impulsó el desarrollo en el departamento y en el suroeste antioqueño.   La puesta en marcha de esta obra permitiría que el río Cauca, uno de los más importantes y caudalosos del país, conectara...
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Mientras que Puente Iglesias permitía que la carga y las personas cruzaran el río Cauca, el Ferrocarril de Amagá bordeaba sus orillas transportando mercancía, minerales y pasajeros desde el Eje Cafetero y el Pacífico con dirección a Medellín, una ruta que impulsó el desarrollo en el departamento y en el suroeste antioqueño.

 

La puesta en marcha de esta obra permitiría que el río Cauca, uno de los más importantes y caudalosos del país, conectara de forma directa con Medellín, que a su vez conectaría con Puerto Berrío y el río Magdalena, cuyo cauce desemboca en el mar Caribe, siendo una ruta comercialmente estratégica.

 

Hacia 1911 se inició la obra que conectaba a Medellín con el municipio de Caldas, luego la red ferroviaria fue expandiéndose hacia el suroeste, dejando huellas en Amagá, Angelópolis y Fredonia. En 1925, aproximadamente, Ferrocarriles de Amagá es adquirido por Ferrocarriles de Antioquia, quienes continúan con la expansión de la red, hasta llegar a Puente Iglesias, donde funcionó la estación Jericó. Esta estación favorecía principalmente a los habitantes de Jericó, Támesis, Andes y Jardín, que aprovechaban para tomar un viaje en tren que los llevara a Medellín o a Manizales.

Las dinámicas y el comercio en la estación permitieron que algunas familias llegaran a esta zona en busca de nuevas oportunidades, según cuenta José Loaiza, un habitante de Puente Iglesias, alquilaban pequeñas parcelas a orillas de los rieles del tren para cultivar yuca, plátano y naranja. “En esa época había una zona de seguridad de 6.5 metros a cada lado de la carrilera, y nadie podía vivir ahí, pero sí se podía tener el cultivo” cuenta Loaiza. Poco a poco comenzaron a aparecer improvisadas carpas donde los campesinos dejaban sus herramientas, luego empezaron a construirse casas de madera con una o dos habitaciones donde se acomodaba una familia.

 

Con el paso del tiempo el tren sirvió como referencia para los nuevos habitantes, que aprovechaban los terrenos baldíos para hacerse con un pedazo de tierra que hoy conforman sectores como La Blanquita, El Mango y La Bodega. Incluso, en este último, todavía se conserva la estructura original de las bodegas que servían como despensa de mercancía del ferrocarril y que hoy son el hogar de un par de familias, como es el caso de don Dídimo Giraldo, un hombre oriundo de Fredonia, pero que desde muy joven se asentó en Puente Iglesias.

 

Su actual casa funcionó como oficinas y viviendas para los ingenieros que trabajaban en el ferrocarril, una casona en tapia que conserva los pasillos que la rodean y una cocina de leña que parece hacernos viajar en el tiempo.

 

La estación del tren recibía pasajeros y comerciantes que se movían entre los vagones ofreciendo tortas de pescado, solteritas y otro mecato para los viajeros, mientras los freneros, cuyo trabajo era vigilar los enganches de los vagones y evitar que los más jóvenes y temerarios se subieran al techo de la locomotora, eran algunos de los personajes que este ambiente ferroviario dejó en gran parte del Suroeste.

 

Pero con el paso del tiempo, el ferrocarril fue muriendo, y con él las miles de anécdotas e historias que los habitantes más veteranos de Puente Iglesias guardan en su memoria: “eso quedó abandonado, y lo fueron dejando así, solo bajaban la gasolina, luego hubo derrumbes, y dejaron eso ahí, hasta los rieles se los robaron”, cuenta Don Dídimo.

 

Hace más de treinta años que el tren desapareció en esta zona, sin embargo, gracias a este medio, Puente Iglesias vio cómo poco a poco centenares de familias se fueron acomodando a orillas de la vía para aprovechar la tierra como sustento. Hoy las nuevas generaciones ven con otros ojos el desarrollo de este corregimiento bañado por las abundantes aguas del río Cauca.

Consejo de Redacción AdP

Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.

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