Aliados para el desarrolloEl Túnel de Oriente, la diferencia entre la realidad y los anuncios de catástrofes

Se ha vuelto un lugar común que algunas personas y organizaciones se empecinen en creer que proteger la naturaleza es impedir a toda costa cualquier intervención. Esta actitud no solo desconoce la especie humana, su imaginación creadora, su capacidad de transformación del entorno. No comprenden que el ser humano también hace parte de la naturaleza, por el contrario, estas personas suelen recurrir a argumentos apocalípticos y anuncios de grandes tragedias para satanizar los trabajos asociados...

Se ha vuelto un lugar común que algunas personas y organizaciones se empecinen en creer que proteger la naturaleza es impedir a toda costa cualquier intervención. Esta actitud no solo desconoce la especie humana, su imaginación creadora, su capacidad de transformación del entorno. No comprenden que el ser humano también hace parte de la naturaleza, por el contrario, estas personas suelen recurrir a argumentos apocalípticos y anuncios de grandes tragedias para satanizar los trabajos asociados a obras de infraestructura o actividades empresariales que les molestan.

El caso del Túnel de Oriente es representativo. Durante todo su proceso de construcción, incluso desde antes, cuando se conocieron sus diseños, estas personas y organizaciones anunciaron tragedias, lograron suspensiones de la obra, denunciaron las licencias ambientales concedidas, lograron intervenciones de ministros de Medio Ambiente, confundieron a gobernadores, hicieron movilizaciones, en fin. Estuvieron argumentando que este túnel no solo desencadenaría una catástrofe ambiental de proporciones incalculables, sino que generaría cambios desgarradores en la calidad de vida de los habitantes del corregimiento de Santa Elena (para no citar sino un ejemplo), quienes verían cómo sus quebradas se secarían y el agua desaparecería del territorio, por lo que tendrían que emigrar.

Es de antología la narrativa que se montó en torno a los estragos que el túnel causaría en la reserva del Nare. Un ministro de la época alcanzó a decir que “el túnel perfora la tierra y atraviesa la reserva de manera subterránea, por lo que podría impactar unas fuentes de agua, incluso se podrían secar. Si eso ocurre, no tiene reverso, lo que afectaría el suministro del servicio a Medellín, Guarne, Rionegro y Envigado”.

CORNARE, con rigor técnico, explicó en su oportunidad el carácter infundado de esas afirmaciones, puesto que “las obras están a una distancia considerable de las fuentes de agua, y porque las fuentes de captación de Medellín, Guarne, Rionegro y Envigado corresponden a vertientes hídricas distintas”. Los opositores denunciaban que estaba mintiendo.

También CORNARE hizo claridad en su momento sobre la reserva del Nare, explicando que el túnel pasaría a 400 metros de profundidad de ella, pero los contradictores insistían en que no era cierto y que el túnel se hundiría llevándose detrás de él la flora y la fauna existente.

El túnel está ahí. Su aporte a la movilidad vial es indiscutible, su capacidad de irrigar riqueza y oportunidades tampoco ofrece duda. Hoy, usted puede recorrer los 74 kilómetros cuadrados de la extensión de Santa Elena, hablar con cualquiera de sus 14.000 habitantes y observar el ejercicio dinámico de su vocación agrícola y turística. En definitiva, podrá observar que ninguna de las tragedias anunciadas ha ocurrido.

Es bueno rescatar, para información de los lectores, la manera como se describió uno de los muchos “impactos aterradores” que tendría esta obra, según los opositores: “Tendríamos un movimiento de tierra de cerca de 20 millones de metros cúbicos, equivalente a casi tres millones de viajes de volqueta, lo cual nos dice bastante de la contaminación que generará la obra, además del deterioro de los accesos al corregimiento”.

Cualquier similitud con argumentos que hemos escuchado por aquí sobre otros proyectos no es mera coincidencia.

 

Túnel de Oriente. Tomado de_ Wikimedia Commons. Autor_ Castillogrande

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Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.

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