La defensa del medio ambiente es lo que los analistas denominan una «causa blanca». ¿Quién puede oponerse a su defensa? ¿a quién le interesa abogar por que desaparezca el agua y los paisajes? ¿quién puede defender la desaparición de la naturaleza?
Existen alrededor del tema diferentes formas de interpretación. Los extremos, que se oponen a la más mínima modificación y son los cultores del conservacionismo radical, se niegan a que los recursos de la naturaleza sean aprovechados, aunque esto se pueda hacer de manera responsable. Otros, en cambio, pensamos que puede impulsarse un desarrollo sostenible en el que prime la responsabilidad ambiental y, sin negar el avance de obras de infraestructura y actividades productivas, se privilegie la compensación necesaria y la conservación ecológica.
La minería del siglo XXI ha cambiado de manera considerable, y seleccionar ejemplos de la minería ilegal para justificar su rechazo y desconocer los avances tanto conceptuales como técnicos que han alcanzado las empresas mineras legales para garantizar eso que denominamos desarrollo sostenible es, sin lugar a duda, un sesgo que genera muchas inquietudes sobre la verdadera defensa ecológica que muchos aseguran haber afrontado.
Me explico: el tema de la defensa del medio ambiente es una responsabilidad que no solo debemos compartir todos, sino que tiene que ver con todas las actividades económicas. Hay un texto de Alexander Von Humboldt: El hombre y la naturaleza, que ilustra lo que digo con el ejemplo del sombrerero parisino que inventó los sombreros de seda, hallazgo que disminuyó la demanda de los sombreros de piel y permitió la recuperación de los castores de Canadá, cuya población había diezmado peligrosamente. Esto da cuenta de la evolución del ser humano en la manera de desarrollar sus actividades económicas y adaptarse, como en el caso de la minería, a los retos que traen consigo los cambios de cada era.
Existen impactos en todas las actividades que como seres humanos desarrollamos, pero no quiere decir que por esto debamos dar por terminado con todo aquello que hemos logrado construir como humanidad. Por el contrario, desde el ecologista que habita dentro de cada uno de nosotros, somos responsables de abogar para que todo lo que construyamos se haga velando por el cuidado de los recursos, la fauna y la flora, y así poder disminuir los impactos que podamos generar en el medio ambiente sin dejar de avanzar como civilización.
Borrar del mapa toda la industria, los vehículos, la agricultura industrial, la ganadería industrial, las actividades fabriles, las ciudades y las carreteras no es la solución. El único remedio es que todos nos hagamos responsables y no le asignemos esta tarea exclusivamente a la minería.
Por: Andrés Felipe Araque, concejal de Jericó
Consejo de Redacción AdP
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