Muchos autores y analistas económicos se hacen la siguiente pregunta: ¿Qué explica que una provincia como Antioquia, que era descrita por los viajeros europeos en el siglo XVIII como “aislada y pobre”, se transformara a fines del siglo XIX y principios del XX en una próspera y pujante región industrial que, sin lugar a dudas, jalonó la economía colombiana?
De una u otra manera, todos coinciden en resaltar que para el año de 1852 había en Medellín una concentración de “intercambios mineros y comerciales de buena parte de la República”, explica Nelson Restrepo en Monografía de Jericó (2019). Destaca, además, que el espíritu emprendedor de los antioqueños los convocó a crear en diferentes poblaciones pequeñas sociedades que empezaron a fabricar productos de uso cotidiano: herramientas, alimentos, vestuario, telas, entre otros, que más tarde dieron origen a las grandes empresas emblemáticas de la industria antioqueña.
El espíritu jericoano se destaca dentro de estas iniciativas. Es por ello que se relatan historias de cómo aquí, en esta tierra, se crearon esas empresas que dieron origen a compañías como Mesacé y Coltejer, entre otras. Esa determinación y vocación de progreso permitió, además, que fuera Jericó la primera población antioqueña, después de Medellín, que tuviera luz eléctrica.
Y entonces, los textos históricos destacan, por ejemplo, al inolvidable padre Cadavid, cuya iniciativa dio origen a la Compañía de Tejidos Jericó, en cuya constitución participaron también jericoanos ilustres como Benjamín Zapata, Hipólito Arboleda, Bernardo Gómez y Miguel Londoño. Es bueno recordar que esta empresa tuvo más de 50 empleadas que hacia 1913 operaban 21 telares. Fue la quinta empresa textilera establecida en Colombia y, a la muerte del padre Cadavid, fue trasladada a Medellín en donde contribuyó al origen de Fabricato.
De igual manera, se ha reconocido como una proeza la creación del Banco de Jericó, pues solo en Medellín, Rionegro y Santa Fe de Antioquia hubo instituciones de esta índole en el período inicial. En estas tierras, por iniciativa de don Aureliano Jaramillo y acompañado del padre Cadavid, se creó, en efecto, el Banco de Jericó en 1902. Operó durante 28 años y, según destaca el señor Heriberto Zapata Cuéncar en un artículo de la Revista Jericó de 1974, ocupó dos locales a lo largo de su existencia: “El primero en los bajos de la casa del señor José J Vallejo, ubicada en el parque principal y el segundo en los bajos de la casa del señor Juan B Muñoz, que fue destruida por un incendio. En ese lugar se encuentra actualmente el edificio Providencia”.
Es sabido que la Federación Nacional de Cafeteros nació en Antioquia, precisamente como consecuencia del crecimiento de los cultivos de café en el Suroeste antioqueño. Esta industria y la presencia de nuestro municipio en su actividad se debe también a la sana influencia el padre Cadavid, pero es bueno resaltar un aspecto que tiene gran valor para los analistas: “la importancia de la familia en la región, que por su unión pudo adaptarse y coordinar bien las variadas labores de siembra, transporte, deshierbe, poda, cosecha, despulpada, lavada y secada que requiere el grano”. Además, según lo refiere esta investigación, “el café resultó ser, en Antioquia, a diferencia de otras partes de Colombia, y como había ocurrido con la minería en siglos anteriores, una industria esencialmente popular y equitativa, distribuidora de la riqueza que creaba”, manifiesta Nelson Restrepo.
La familia, la unión de la familia. Esa es la esencia del espíritu jericoano.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.
