Casi con la paciencia de un santo, Diego Antonio Arcila, también conocido como Tizú, observa con detalle las aguas del río Piedras a la espera de que su anzuelo sea mordido por una sabaleta, una especie admirada por los pescadores de la zona, pese a que se escabulle con facilidad entre las piedras y recovecos del afluente. Este hombre, amante de la pesca deportiva, sabe que esta es una actividad que debe hacerse de manera responsable, pues pescar no significa
acabar con las especies que habitan en los ríos, sino conocer el entorno y, de paso, agradecerle a la naturaleza por todo lo que da. “Cuando pescamos debemos hacerlo pensando en el equilibrio del río”, asegura Arcila, todo un
experto en este campo.
Por décadas, Diego Antonio ha venido hablando sobre la importancia de la pesca y, en especial, sobre las acciones para mitigar la huella negativa del ser humano en la naturaleza. Para él, los gobiernos locales y la empresa privada deberían hacer campañas para el cuidado de las fuentes hídricas, ya que, en ocasiones, el desconocimiento termina por acabar no solo con el agua, sino también con los bosques y especies nativas: “nosotros nos hemos encargado de dañarlos, hay depredación. Si no hay quien respete el río, qué nos espera”, cuestiona Tizú.
Según él, el río ya no se respeta como antes, hoy las aguas son violentadas por pescadores que, sin importarles el entorno, lanzan atarrayas y tacos de dinamita para extraer los tesoros naturales que alberga Jericó y sus alrededores. “Hay pescadores sin ética que pescan sin respetar las tallas de los animales y están destruyendo la vida del río”, cuenta este hombre, que, además, trabaja con la madera y la elaboración de cometas en el municipio.
Hablar de pesca artesanal es hablar del cuidado del río, es entender que todas las especies funcionan en un mismo ecosistema compuesto por diversos elementos biológicos, que permiten un equilibrio en el medio ambiente. La tala de árboles, por ejemplo, afecta directamente las fuentes de agua, y las malas prácticas de pesca pueden llevar a la desaparición de especies que décadas atrás abundaban.
“Jericó podría ser referencia para la pesca artesanal, basta con proteger los ríos y vedar un tiempo las aguas para que no se pesque en temporada de reproducción”, comenta Arcila, pues esto permite que los peces se desarrollen y
alcancen un tamaño apropiado.
Pescar no significa acabar con las especies, por eso, la mayoría de veces, si los peces no han sufrido graves heridas por el anzuelo, los pescadores artesanales los retornan al cauce del río. Esto permite que los amantes de esta práctica
conozcan las especies, sin que eso implique el sacrificio de la misma, razón por la que Diego Antonio es tajante al decir que las nuevas generaciones son mucho más conscientes con el medio ambiente, un valor que reconoce puede ser de mucha ayuda para la protección del entorno. “Los tiempos cambian y hoy hay más gente que le duele lo que pasa en el río”, afirma.
Diego Antonio disfruta no solo de la pesca, sino también de todo lo que lo rodea. Los bosques, el sonido de las aves y la sensación de libertad que brinda la inmersión en las montañas jericoanas son más que suficientes para que Tizú se
identifique con la naturaleza que tanto bienestar le ha traído.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.
