OpiniónIncluso la tarde en el parque principal es todo un paisaje

Estando en La Fe cualquier tarde de tantas haciendo trabajo de campo, fue inevitable, casi instantáneo, el impulso de suspender la labor cotidiana para apreciar el espectáculo natural que acontecía, y que unía el valle cálido, el río serpenteante y el cielo en un surco multicolor perfecto e inmenso, que se extendía como un manto hasta donde los ojos alcanzaban. Todos los que pasaban por ese lugar con semejante vista coincidían en dos cosas: su...

Estando en La Fe cualquier tarde de tantas haciendo trabajo de campo, fue inevitable, casi instantáneo, el impulso de suspender la labor cotidiana para apreciar el espectáculo natural que acontecía, y que unía el valle cálido, el río
serpenteante y el cielo en un surco multicolor perfecto e inmenso, que se extendía como un manto hasta donde los ojos alcanzaban.

Todos los que pasaban por ese lugar con semejante vista coincidían en dos cosas: su creciente gesto de boca abierta y, acto seguido, la respectiva foto. Sin ser yo la excepción, y teniendo claro que la belleza se disfruta más cuando se
comparte, ¿cómo no poner ese regalo divino, resumido en foto, en el estado de WhatsApp y, por ahí derecho, hacer saber a todos la fortuna en la que me encontraba? Como era de esperarse, la respuesta de muchos, asombrados, fue:
“¡jum, qué belleza!, ¿y eso dónde es?”.

Los paisajes de Jericó son realmente inspiradores. Para aquellos que vivimos en la ciudad, la diversidad de escenarios paisajísticos que adornan a Jericó y que, sumados a la creatividad inagotable de la naturaleza, nos regalan amaneceres y atardeceres únicos, son todo un deleite a la vista. Estas experiencias nos evocan lo esencial, lo sencillo, lo armónico. En esos paisajes olvidamos el afán de la agenda urbana y el sofoco del aire pesado y nos conectamos con lo que realmente nos constituye.

Y es que tiene Jericó el paisaje del valle, del río, de la peña, de las ondeadas veredas, el del café, que es, además, un paisaje con olor propio; el del agua, el del bosque, el de las casitas de colores, el de las flores, que con solo el clima
jericoano tienen abono suficiente, el de las cien y las ochenta escalas, e incluso, la tarde en el parque principal, que es todo un paisaje.

Entiende uno perfectamente el profundo amor que la gente de Jericó le tiene a su tierra y a sus bellos paisajes, y así mismo comprende la relación consecuente con la cultura local, los valores y los modos de vida de los jericoanos. Si hasta yo me enorgullezco de ellos respondiendo a todos los que me preguntaron: “ese espectáculo natural que ves está en Jericó, y aquí tuve la fortuna de trabajar esta tarde”.

Por Natalia Restrepo, profesional social de Integral S.A.

Natalia Restrepo, profesional social de Integral S.A.

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Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.

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