A inicios del siglo diecinueve, tres expediciones colonizadoras cruzaron el río Cauca al encuentro de nuevas tierras al suroeste de Antioquia: una partió de Santa Fe de Antioquia hacia la microcuenca del río Penderisco, otra desde Titiribí, en búsqueda de territorios del río San Juan, y una tercera penetró a la región del río Cartama.
Los colonos en su recorrido construyeron caminos, fondas y pequeños caseríos, unos donde se asentaron definitivamente y otros como trampolín para continuar la apertura de la montaña y la exploración de posibles yacimientos auríferos. Ellos, en su afán de crear nuevas haciendas ganaderas o cultivos de sustento, extrajeron del bosque nativo preciosas maderas, como robles o cominos, que utilizaron para su propio uso o como soporte económico.
En el proceso extractivo de avanzada intervinieron el ecosistema natural con las consecuencias desequilibrantes propias de esta actividad. Además, se desarrollaron grandes empresas ganaderas en el pie de la cordillera y medianas y pequeñas parcelas en la parte media y alta, donde los cultivos de pancoger fueron priorizados. Luego se introdujeron cultivos con posibilidades de mercados externos a la explotación, lo que creó una economía propia que poco a poco consolidó el territorio.
Finalizando el siglo se introdujo el cultivo de café con fines de exportación, y esto dinamizó la economía de la región gracias a la demanda internacional y a la calidad que se obtenía por la excelente oferta ambiental y fertilidad de los suelos.
Bajo esas condiciones penetró el ferrocarril y las carreteras complementarias, que impulsaron el desarrollo de las comunidades asentadas en esas montañas. Luz eléctrica, escuelas, acueductos veredales y municipales e intercambio comercial más ágil transformarían el entorno regional del suroeste.
Ganadería y agricultura: dos actividades extractivas
El extraer es una acción necesaria para obtener el producto que, transformado o no, se utiliza para el accionar humano y de la naturaleza misma. Extrajeron nuestros colonos la madera y con esa extracción se afectó la vida animal silvestre, la oferta de bienes ambientales y los ciclos naturales del agua, el suelo y la vida. Extraen las plantas sus nutrientes, que luego son transformados en frutos para nuestra alimentación. Extrae el hombre de los ríos y los mares los productos que son para su beneficio. Extraemos la leche de las vacas para su posterior uso. Extraemos del suelo los materiales para construir nuestras viviendas. Con los minerales extraídos del subsuelo gozamos de los beneficios de la era moderna. La aguja de tejer, el machete, el hacha y hasta el más humilde vehículo son frutos de la extracción. Poder viajar a grandes distancias por el aire en poco tiempo y mover miles de toneladas de mercancías en los barcos por los mares son resultado de la extracción de los metales. La energía eléctrica y todas sus bondades, los avances en las comunicaciones y la era digital existen por la acción de extraer los materiales que la naturaleza nos ha puesto a disposición.
No es la acción de extraer un acto demoníaco. Es la manera en la que se hace la extracción, el uso y la forma de compensar el territorio. Nuestra ganadería y caficultura, especialmente la de sol, han generado distorsiones ambientales de largo alcance; pero ellas por sí mismas no son malas, es la forma como se llevaron a cabo. Ambas fueron el motor impulsor de nuestro territorio, por ellas logramos el avance de nuestros conciudadanos a niveles de vida de mejor calidad. Es importante entender que para esas actividades extractivas hoy hay propuestas sostenibles y de menor impacto. Lo que no es admisible es detener el desarrollo de una región llena de riqueza por no saber cómo extraer esa riqueza con responsabilidad.
Consejo de Redacción AdP
Esto es un homenaje a nuestros orígenes, un homenaje a esa Aldea del Piedras que crearon nuestros mayores, un homenaje a su coraje, su dedicación, su esfuerzo, su tesón, y su condición de visionarios.
