OpiniónA PROPÓSITO DEL PROYECTO MINERA DE COBRE QUEBRADONA EN JERICÓ

Cuando en el año 2003 se ejecutaron las primeras y tímidas acciones de exploración minera en Jericó, la población las contempló con incredulidad. No era imaginable que una comarca que había sido caficultora por más de sesenta años pudiera tener un recurso para sustentar un vivir diferente al ofrecido por el café. En esa época, el concepto de minería estaba centrado solo en una probabilidad: el oro. Es como si el carbón no fuera minería,...
Consejo de Redacción AdP4 años .131015 min

Cuando en el año 2003 se ejecutaron las primeras y tímidas acciones de exploración minera en Jericó, la población las contempló con incredulidad. No era imaginable que una comarca que había sido caficultora por más de sesenta años pudiera tener un recurso para sustentar un vivir diferente al ofrecido por el café.

En esa época, el concepto de minería estaba centrado solo en una probabilidad: el oro. Es como si el carbón no fuera minería, ni el petróleo ni el cemento. Pero la percepción no termina ahí: el concepto de minería no estaba de ninguna manera vinculado al desarrollo ni a la vida ordenada y regulada en lo social, lo económico y lo ambiental; y tenía como referentes únicos la draga, la manguera vomitando agua a presión, la ametralladora ilegal, el mercurio en los ríos, las excavaciones a cielo abierto y sin ningún respeto por el paisaje, el arrasamiento ambiental y la descomposición social. Estas imágenes, tan parecidas a las del infierno de Dante, nadie las quiere en su patio, en su pueblo, en su región.

En el 2003, gran parte de la población jericoana creía que esto era la minería, y el mismo imaginario persiste todavía para algunos, lo que hace evidente que nos falta cultura minera, saber que en el mundo moderno y tecnificado la minería es un factor de desarrollo sostenible en lo social y en lo ambiental. Nos falta saber que diversas regiones y países, tanto desarrollados como menos desarrollados, han incorporado la minería al desarrollo: Noruega, Australia, Alemania, California, gran parte de Brasil, Perú, Argentina, Chile y hasta algunos proyectos de Bolivia. Nos falta saber que no podemos prohibir los vehículos en el país porque causen más de 6400 muertes al año, sino que debemos asumir el desafío de hacer mucho más segura la movilidad para los 13 millones de vehículos que no padecen ningún accidente fatal.

Cambios recientes y en proceso en la región: nuevos aliados del desarrollo
Varias veces en su historia, el suroeste antioqueño y Jericó han hecho mo-dificaciones profundas en sus factores de desarrollo. Fuimos primero una ruta caminera del oeste del país. La mina de El Zancudo, en Titiribí, fue el eje de desarrollo de la región; sobretodo en la segunda mitad del siglo XIX. Los carbones de la Cuenca del Sinifaná (Fredonia, Titiribí, Angelópolis, Venecia y Amagá) tuvieron especial apogeo en las tres primeras décadas del siglo XX. El carbón, por su parte, más que un factor fue el eje mismo del desarrollo de los cinco municipios de la cuenca del Sinifaná. Y, finalmente, la decadencia de la minería obsoleta, sumada a la ampliación de los ferrocarriles hacia los puertos, embarcó al suroeste antioqueño en la caficultura como eje casi único de desarrollo durante setenta años.

La crisis cafetera agudizada impulsó más transformaciones. Desde 1990 hemos diversificado los motores de desarrollo: tomate de árbol, mora, porcicultura, ganadería, apicultura, hortalizas, artesanías, aguacate, comercio, citricultura,
minería, y hasta turismo. Teníamos 6000 hectáreas de café y hoy tenemos 1450 hectáreas, porque, en cambio, sembramos ya 2250 hectáreas de aguacate y 4.500 de cultivos forestales. En estos años, además, fue naciendo el turismo. Hemos hecho una revolución cultural: eventos, grupos, museos, festivales internacionales, escenarios y exposiciones.

A mediados de los años noventa construimos hidroeléctricas pequeñas en el suroeste antioqueño, aunque hubo una oposición feroz a las primeras de ellas, principalmente a la de Jericó, que fue la primera en ser erigida. Los opositores a todo asomo de progreso en la región profetizaron, al respecto, todos los desastres posibles, y ninguno de ellos se cumplió.

Según cálculos de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, la cons-trucción de las Autopistas de la Montaña generó hasta 9400 empleos locales. Esa misma construcción irrigó $1,5 billones a la economía de la región. Una caja de compensación familiar proyectó la construcción de un megaparque recreativo a unos pocos kilómetros de la boca de mina, y se anunció en medios de la región la creación de mil empleos permanentes. Esa vez nadie dijo que las vocaciones productivas del suroeste colapsarían por esa demanda de empleo y tampoco por la irrigación de aquella suma de dinero, y menos se dará este fenómeno por un proyecto como el de Minera de Cobre Quebradona, que generará tres mil empleos durante los años de construcción, y unos mil quinientos durante los veintiún años de operación.

Cada año, la recolección de la cosecha cafetera del suroeste demanda la mano de obra temporal de sesenta y cinco mil labriegos. De ellos, llegan casi treinta y ocho mil recolectores de otros departamentos. Esto ha sucedido por décadas, y la vocación del suroeste no ha colapsado. En síntesis, ya hemos cambiado vocaciones de desarrollo y productividad varias veces en la breve historia de nuestra región.

La polarización surge del desconocimiento

Hemos visto la aparición súbita de una nueva ciencia: la jericoanología. Ello acarrea también la aparición de una nueva especie: los jericoanólogos súbitos. Recién llegados y graduados en el lenguaje confuso de un intelectualismo de humareda. Sin argumentos, pero eso sí, con capacidad agresiva en el discurso. Abundan, opinan por horas en la radio, escriben en los periódicos y en las redes. Son ellos los que desde afuera hablan de una polarización casi sangrienta en Jericó y en la región, y aunque es lo que quisieran y le convendría a sus intereses, no es lo que sucede.

En las elecciones regionales 2019, una encuesta contratada por los hacendados de la vereda Cauca de Jericó y ejecutada por una empresa prestigiosa indicaba que la votación a alcaldía y concejo estaría determinada por dos factores: si el candidato apoyaba o no el proyecto minero. Se equivocaron en más del 25% para el caso de alcalde y en el 50,5% para el caso del concejo, pues el candidato que se presentó con argumento único de oposición a una empresa minera identificada con nombre
propio obtuvo 1,92%. En Jericó, no estamos “agarrados de las mechas” por la presencia de un proyecto de minería moderna y bien hecha.
En la región geográfica conformada por el suroeste antioqueño, norte de Caldas y municipios de occidente antioqueño cercano, están activos más de mil ciento cincuenta títulos y trámites mineros. Una gran parte recaen en minería de carbón, calizas para cemento, loza, vidrio y construcción, los otros son referentes a minerales metálicos. En Andes operan más de diez minas de oro y generan cerca de ciento veinte empleos. En Titiribí, la empresa Mina La Margarita ha puesto a convivir en el mismo predio la explotación de hasta nueve mil toneladas mensuales de carbón con un emprendimiento avícola y otro ganadero, que generan ciento veinte empleos dignos y formalizados. En el propio suroeste antioqueño, la mina de El Cairo, propiedad de la multinacional minera cementera Argos, opera hace más de setenta años, generando empleo y desarrollo.

Nadie ama ni respeta lo que no conoce. Nos falta a todos conocer el patrimonio geológico y hacer propuestas sensatas y sostenibles para convertirlo en una actividad que conviva con otras e impulse el desarrollo con equidad. Hoy, el 67% de la población apoya el proyecto minero y el 70% lo considera benéfico para el municipio y la región. Conversando se entiende la gente. El ciudadano común y corriente está abierto también a entender los proyectos por más técnicos que parezcan, y esa ilustración no se debe dejar solo en cabeza de activistas.

Desafíos y posibilidades de desarrollo creados por un nuevo aliado

La mina de cobre Quebradona será vigilada por autoridades con capacidad técnica, como la ANLA y Corantioquia, que interviene en la vigilancia de vertimientos y aprovechamientos. Para el sector académico, para la industria minera de pequeña y gran escala, para las autoridades nacionales y regionales de control y promoción, para la economía nacional y para el Estado mismo, el proyecto de cobre Quebradona es la oportunidad de mostrarle al país que la minería responsable con el medio ambiente, con la equidad social y con la construcción de oportunidades de desarrollo sí es posible. Y ese mismo proyecto es alternativa para que en el suroeste antioqueño, y en especial en Jericó, aprovechemos las nuevas formas de desarrollo de una región que se transforma y diversifica sus actividades productivas. Una más entre ellas es la minería responsable, por tanto, a ese futuro no le vamos a tener miedo, sino ganas.

 

Por Carlos Augusto Giraldo Bermúdez.

Dos veces Alcalde de Jericó y docente de Derecho Ambiental de la Universidad Externado de Colombia.

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